jueves, febrero 02, 2006

Nerón

Nerón estaba encadenado. Un collar de picos le rodeaba el grueso cogote. Había sido apaleado por su mal comportamiento y ahora se encontraba en una jaula, viendo compungido a sus amos que reían y se divertían ignorando sus miradas suplicantes. No se atrevía a hacer ningún ruido, pues a sus amos no les gustaba que los molestase.
Tenía frío, le dolía el cuerpo y estaba anhelante de atención. No sabía cuanto tiempo había pasado desde que le diesen la paliza y lo encerraran. De pronto, escuchó unos pasos acercarse. No se atrevió a levantar la mirada hasta que su ama se lo ordenó.
-Nerón, ¡levántate perro!
Abrió la jaula y le dió un tirón a la cadena. Nerón salió de la jaula a trompicones y se puso a lamer los pies de su ama. Ella le dió un fuetazo y lo condujo a la cama, para solazarse junto con su otro amante.
Al día siguiente, loco de contento, el emperador hizo arder Roma.