viernes, noviembre 17, 2006

Galatea Romano

Hiperión se maldijo nuevamente...

¡Por Juno! ¿Que caso, oh dioses, tenia el querer lograr la obra perfecta? ¿Que caso querer esculpir a la perfecta compañera? A cada golpe de cincel, di forma a la piedra bruta. Reparé con amor las grietas, los golpes errados de inexpertos artesanos. Di suavidad a lo aspero, modelé lo que se acercaba a la forma perfecta. Cuando casi alcanzó la perfección, liberé mi obra a otros ojos, para alabanza y envidia de muchos corazones...

Y mi obra me fue devuelta, con el favor de los dioses, por voluntad propia. En ella encontré todo aquello que habia buscado. Me envolvió su belleza, su caracter, su temperamento, su madurez. Mi cuerpo y su cuerpo, producto de mi experiencia, se volvió una extensión de mi. La valoré como a una diosa, como nadie la tendría jamas...

Pero vanidosa y jamas conforme, ella eligió irse. Deslumbrada por el toque de Midas y el resplandor de Febo, buscó otros ojos que admiraran su belleza...

Al fin, encontré lo que queda de ella con el picapedrero, quien vendió sus mejores partes y el restó lo desechó.

No es una venganza adecuada el arrojar hoy su corazón de marmol a la basura, pieza inservible que nadie quiso...

Hiperión se juró a si mismo: desde hoy, solo esculpiré ninfas de los bosques, deseosas de orgias.