sábado, marzo 24, 2007

La Bestia

Cerró la puerta tras de sí, sin querer mirar atras, sin atreverse a sentir, a pensar... Todo lo que deseaba era el vacío y la oscuridad de su guarida, un cuarto frío y húmedo incrustado en el sótano de un edificio condenado. Afuera la fiesta de los cazadores se iluminaba con luces carmesíes y celestes, con lugubres sirenas que desgarraban la quietud de la noche con sus lamentos, cual banshis que anunciaban la inminencia de la muerte.

Y ella estaba muerta, no cabía duda, sus manos aún estaban pegajosas de su sangre y otras sustancias más sólidas; sus oídos aún llenos de los gritos, gruñidos y las risas enloquecidas; y su mente retumbando con las palabras crueles y sarcásticas con que ella le había rechazado. Era feo, lo sabía, era dificil ignorarlo; sus manos demasiado grandes, sus labios tan gruesos, la nariz roma y los ojos casi juntos. Tampoco había mucho qué hacer respecto a su torpeza, lo poco delicado de su tacto, la falta de ingenio de su gutural charla. A pesar de eso, deseaba ser amado, deseaba que ellla lo amase, e hizo todo lo que estuvo a su alcance: flores, y dulces al principio, una adoración muda que ella supo aprovechar conforme lo exprimía, como a tantos otros, la exigencia cada vez mayor de presentes que le sumergió en el crimen, y finalmente el asesinato. Todo por ella, en su nombre.

La crueldad suprema vino cuando le mandó al diablo, después de que había matado a su familia, para que gozase de libertad y una jugosa herencia. Simplemente le echó de su casa, de su vida. la cruel risa de ella retumbaba aún en sus oídos. Ya se lo habían advertido: Ten cuidado con ella, ten cuidado con La Bestia.