La Bestia
Cerró la puerta tras de sí, sin querer mirar atras, sin atreverse a sentir, a pensar... Todo lo que deseaba era el vacío y la oscuridad de su guarida, un cuarto frío y húmedo incrustado en el sótano de un edificio condenado. Afuera la fiesta de los cazadores se iluminaba con luces carmesíes y celestes, con lugubres sirenas que desgarraban la quietud de la noche con sus lamentos, cual banshis que anunciaban la inminencia de la muerte.Y ella estaba muerta, no cabía duda, sus manos aún estaban pegajosas de su sangre y otras sustancias más sólidas; sus oídos aún llenos de los gritos, gruñidos y las risas enloquecidas; y su mente retumbando con las palabras crueles y sarcásticas con que ella le había rechazado. Era feo, lo sabía, era dificil ignorarlo; sus manos demasiado grandes, sus labios tan gruesos, la nariz roma y los ojos casi juntos. Tampoco había mucho qué hacer respecto a su torpeza, lo poco delicado de su tacto, la falta de ingenio de su gutural charla. A pesar de eso, deseaba ser amado, deseaba que ellla lo amase, e hizo todo lo que estuvo a su alcance: flores, y dulces al principio, una adoración muda que ella supo aprovechar conforme lo exprimía, como a tantos otros, la exigencia cada vez mayor de presentes que le sumergió en el crimen, y finalmente el asesinato. Todo por ella, en su nombre.
La crueldad suprema vino cuando le mandó al diablo, después de que había matado a su familia, para que gozase de libertad y una jugosa herencia. Simplemente le echó de su casa, de su vida. la cruel risa de ella retumbaba aún en sus oídos. Ya se lo habían advertido: Ten cuidado con ella, ten cuidado con La Bestia.