Los niños
Hace horas que oigo su llanto. ¿Los escuchas? ¿Escuchas ese quejido amortiguado que se acerca y aleja conforme sopla el viento? No, no se trata de las corrientes de aire ni la tormenta que aulla contra la casa. Se trata de ellos, de los niños. Simplemente escucha.Los he oido llorar desde que invadimos el solar, desde que interrumpimos sus juegos, desde que empezamos la construcción de ese edificio gris de oficinas. Los oigo a través del patio, a través de las gruesas paredes de este dormitorio. Los oigo, no importa que hace meses que hayan muerto aplastados por mi aplanadora, siguen llorando una y otra vez y no tengo forma de consolarlos.