Espejo digital.
Aprendí a identificarle a través de la red, a seguir sus pasos y sus huellas. Era una obsesión la que me unía a su persona, a su estela en el cyberespacio. No importaba las veces que cambiase de nick, ni si se hacía pasar por hombre o mujer, por joven o viejo, ni siquiera su nacionalidad o idioma me engañaban. Era sencillo para mí identificarle, tan sólo tenía que buscar mi propia imagen distorsionada, reflejada totalmente a la inversa, y sabía que le había encontrado.Poco a poco empecé a seguirle la pista fuera de la red, para conocer su rostro, su persona, y le cerqué lentamente, o al menos eso creí. Pero siempre que terminaba con su persona, con aquél que yo pensaba era él, volvía a encontrarle en la red. Hasta que, por fin, me dí cuenta de lo que pasaba: era una entidad cibernética que había estado jugando conmigo, lástima que no fuese antes de caer en su trampa y acabar confinado en este manicomio por parte del FBI.